Trasteando con el Poser

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Ice

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Aquel año el espíritu navideño andaba un poco decaído; había crisis y la gente de Villa Apatía andaba cabizbaja y triste, casi ni se saludaban al cruzarse y las calles del pueblo estaban grises y oscuras.

Jimena había estado esperando todo el año aquellas fechas donde siempre reinaba la alegría y el color y todo el mundo parecía estar siempre contenta y sin preocupaciones.

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Esa noche se acostó pensando que la falta de trabajo y dinero podían ser la causa de la tristeza general y que era increíble que solo el dinero pudiese alegrar la vida.

De pronto una luz diminuta pero muy brillante apareció en su ventana, de un salto Jimena se acercó y al abrirla, una pequeña y preciosa hada de cabellos plateados y mejillas sonrosadas se coló adentro rápida como una centella.

Se llamaba Ledicia y le contó que ella y su ejército de compañeras eran las encargadas de llevar el espíritu de la Navidad a todo el mundo. Ledicia le explicó a Jimena que no era importante el dinero para encontrar felicidad, que la ilusión y la imaginación no se compraban y que esa era la llave para arreglar las cosas. Charlaron mucho rato hasta que Jimena se fue quedando dormida.

Al despertarse por la mañana Jimena pensó que había tenido un maravilloso sueño y su cabeza estaba llena de ideas. Organizó a su amigos y entre todos se pusieron a trabajar. Buscaron por sus casas cosas inservibles, cajas, cartones, papeles, velas, juguetes y adornos viejos, todo lo que se pudiese reutilizar.

Hablaron con todas las personas del barrio, los tenderos colaboraron con cajas de madera, cartón, envases, latas… también consiguieron telas y pintura, papel de aluminio…. Con todo aquello decoraron la plaza del pueblo y montaron un enorme árbol con ayuda de los mayores desocupados; lo vistieron con guirnaldas confeccionadas por ellos, colgaron juguetes viejos, objetos reciclados y pintados, e iluminaron con las velas toda la plaza del pueblo.

Todo aquello no era muy típico pero la verdad es que había quedado fantástico. Al terminar todo el pueblo se fue acercando y de pronto los niños comenzaron a cantar un villancico y todos se unieron alrededor del árbol.

Para Jimena de nuevo todo parecía Navidad, la gente estaba otra vez optimista e ilusionada, tanto que hasta alguien propuso cambiar el nombre de su pueblo y en lugar de Villa Apatía decidieron llamarlo Villa Alegría.

El pensamiento de Jimena estaba ahora en el hada que la había visitado, no se resignaba a pensar que sólo había sido un sueño, quería creer que era real porque los sueños también pueden hacerse realidad, tal y como había sucedido.

De repente un grupo de lucecitas diminutas se encendieron en el árbol y lo iluminaron como una gran hoguera; toda la gente, boquiabierta, dejó de cantar por un instante, hasta que el gran grupo de luces subió al cielo oscuro y se mezcló entre las estrellas.

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