Trasteando con el Poser

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"Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos"
Paulo Coelho 
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Dentro de la amplísima mitología griega, las náyades son aquellas ninfas que habitan en el agua dulce.
Estos seres femeninos están dotados de una gran longevidad aunque, a diferencia de otros seres
mitológicos, son mortales (encontraban la muerte, por ejemplo, cuando se secaba su masa de agua).
Las náyades encarnan la divinidad del manantial o del curso de agua (arroyos, riachuelos, pozos, fuentes)
en el que habitan. En este sentido a veces sólo hay una ninfa por curso de agua pero, en otras ocasiones,
son varias las que viven en él siendo entonces consideradas estas como hermanas, en condiciones de
igualdad.

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Otras divinidades vinculadas al agua eran las Oceánides, propias del agua salada, y las Nereidas,
asociadas al Mar Mediterráneo, lo que provocaba que de vez en cuando se solapasen unas a otras por la
creencia de los griegos de que el sistema de las aguas era único.
Por lo que respecta a su genealogía, esta resulta muy variable. A este respecto, Homero las califica como
“hijas de Zeus”, pero otras veces se las relaciona con Océano o, con mayor frecuencia, como hijas del
dios del curso de agua donde viven.
En cuanto a sus atributos, a menudo las náyades eran poseedoras de poderes curativos de tal modo que
los enfermos acudían a beber de las fuentes que les estaban consagradas o bien, aunque de manera más
rara y ocasional, se bañaban en ellas: esto era debido a que, a veces, el baño era considerado como un
sacrilegio y las ninfas no dudaban ni por un segundo en tomar crudas represalias contra quien las había
ofendido.
Y es que las náyades podían resultar, asimismo, muy peligrosas. Se dice que quien las veía podía ser
castigado con la locura. También eran capaces de, en su venganza, causar fiebres o parálisis que llegaban
a durar varios días.
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  Esta ilustración es para mi sobrino Anibal, un precioso Peter pan de seis años al que estoy viendo crecer demasiado deprisa y me está dando una pena... para colmo no le veo tan frecuentemente como yo quisiera :( 
  Hay una frase de la película Descubriendo Nunca Jamás, que define muy bien lo que yo pienso cuando miro a mis sobrinos y descubro que han crecido cinco centímetros desde la última vez que los ví y es la siguiente:
 "A los niños nunca se les debería enviar a la cama, cuando despiertan son un día mayores."
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 Inspirada en una pequeñaja adorable; guapa, simpática, muy obediente, cariñosa y un poquito perezosa: mi sobrina :)
  Los bebés de las hadas tienen que dormir, como todos los bebés del mundo. Y no vayáis a pensar que es cosa fácil conseguir que se vayan a la cama..!
     Siempre querrían quedarse despiertos hasta muy tarde persiguiendo luciérnagas, jugando al escondite entre los árboles o paseando a lomos de caracoles y mariposas.

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 Algunas noches es tan difícil conseguir que se duerman que no hay más remedio que recurrir a cosas extraordinarias.
    Y algo extraordinario es una lluvia de estrellas..! Entonces sí que los pequeños se tienden en sus camas para ver mejor como el cielo se llena de luces que corren en la oscuridad, aparecen y desaparecen, quizá jugando a un escondite celeste.
    Y poco a poco, el sueño llega...
(Leyenda: La hora de las estrellas de Trenzas)
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Inspirada en un cuento de autor desconocido que encontré en la red buscando leyendas de hadas para inspirarme en mis ilustraciones :)
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En el país de las hadas, existe una leyenda que dice que de cada estrella cuelga un hilo plateado y brillante, fino y suave.
Cada hada -dice también la leyenda- tiene su propia estrella y debe encontrar el hilo que la une a ella para no perder su destino en la vida.
Parece ser que ese fino cordón de plata une a la persona con el propósito para el cual ha nacido y que,  de no encontrarlo, su vida se tornará vacía e inútil.
En ese país, mágico por dónde se lo mire, la fantasía se mezcla con la realidad y la leyenda con los hechos.
Dicen también que es cosa de todos los días ver a las hadas remontando una estrella cual si fuese una cometa y exhibiendo orgullosas el hilo de plata. Para ellas ese pequeño acto cotidiano significa que han encontrado su propósito en la vida, el por qué y para qué de su existencia.
 En otras ocasiones, puede verse a un hada quien, llorando, mira hacia el cielo sin encontrar ni su estrella, ni el hilo que la une a su destino.
Parece ser que, cuanto más grande son las hadas en edad, más fuerte se va haciendo el hilo de plata. Como si por cada año que pasase, fuese más y más importante cumplir con el destino para el que se ha nacido.
Luz era un hada distinta. Jamás se había preocupado por buscar su estrella y por ende, el hilo que la unía a ella. Vagaba por la vida sin realmente saber para qué había sido creada, es más no le importaba tampoco. Prefería pensar que las hadas no tenían una misión especial y única cada una. De esa manera, la vida resultaba más cómoda pues no había metas para alcanzar, ni por las cuales luchar.
Luz no perseguía ningún hilo, pero sabido es que no se puede escapar del destino.
Cierto día, mientras Luz descansaba bajo la sombra de un árbol, su cordón plateado y titilante se presentó ante ella. Flotaba sin estar atado a nada. Como jamás había sido tomado por las manos de Luz, el viento impiadoso había jugado con él de tal modo, que lo había convertido en un gran nudo, aún plateado y brillante, pero nudo al fin.
El cordón, ahora convertido en nudo. Se acercó a la sorprendida hada y le dijo:
– Jamás me has buscado. Te he seguido desde que naciste, tratando de indicarte el camino y nunca me has prestado atención. Mira lo que has hecho de mí.
Luz quedó perpleja.
– Tómame, te doy una nueva oportunidad – Dijo el hilo meciéndose de un lado hacia el otro-  Si no te aferras a mí, jamás encontrarás tu estrella y tu destino será incierto. Desátame y no sólo yo me sentiré mejor, sino que tú, habrás encontrado tu camino.
Luz no se movió, ni articuló palabra. Escuchó a su cordón, pero la indiferencia pudo más.
Decepcionado, el hilo se elevó hasta perderse en el cielo.
Luz no sabía que ése, había sido sólo el primero de muchos encuentros.
Cansado ya de la indiferencia del hada, el hilo plateado consultó a su estrella sobre la actitud a tomar.
– Síguela – Dijo la estrella- De ti depende que no extravíe el camino. Ella ha sido creada con muchos dones y una misión que cumplir, como todos. Tenle paciencia, no todos están dispuestos a averiguar qué es lo que tienen que hacer en este mundo.
Obediente el hilo volvió a bajar a la tierra.
Sin ánimo alguno de disimular su presencia, se convirtió en la sombra del hada.
A pesar de ello, Luz estaba decidida a no comprometerse con nada y menos aún a averiguar para qué estaba aquí en la tierra, por lo que hacía caso omiso de la compañía.
A cada paso que el hada daba, podía escucharse:
- Desátame, desátame, sólo tú puedes hacerlo.
El nudo plateado se interponía de una u otra manera en el camino del hada. Estaba dispuesto a ser escuchado esta vez y por sobre todas las cosas, desatado.
Luz tropezaba a cada momento con el cordón o se chocaba la cabeza contra el mismo. En la tierra y en el cielo, de día o de noche, con lluvia o sol, el nudo se había convertido en un verdadero estorbo.
Cansada ya de la persecución, el hada se escondió en una cueva, creyendo que así se libraría de su persistente hilo.
En medio de la oscuridad, apareció el nudo, brillante como siempre, desafiante como nunca.
- Está visto que has ganado – Dijo el hada con tono resignado.
Lentamente, como abriendo un paquete cuyo contenido se desconoce y se teme, fue desatando el nudo.
Para su sorpresa, no bien el hilo se encontró libre brilló aún con más intensidad y Luz pudo ver su destino desplegado como un mapa dentro de su corazón.
Vio con mayor claridad sus dones y cómo podía aprovecharlos. Por primera vez supo qué hacer de su vida. ¿Cuál era el destino que Luz tenía marcado y ahora veía con claridad? ¿Importa tal vez?
Como primera decisión, tomó el hilo -ahora relajado- en sus manos con mucha fuerza.
El cordón feliz se disparó hacia la estrella de Luz y allí quedaron los tres unidos por primera vez y para siempre.
Luz supo que ya era hora de hacerse cargo de su vida y hacer algo con ella.
Dicen que ahora, hay un hada más remontando una estrella cual si fuese un cometa.
Dicen también que la remonta feliz y orgullosa pues pudo darse cuenta que nadie, ni siquiera un hada, puede escapar al destino.
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